Él era un chico de unos 27 años, tranquilo, educado, y con un sueño que deseaba cumplir: tener sexo con una chica mayor que él; no buscaba a una chica de medidas espectaculares, ni de pechos de medidas imposibles, sólo una chica mayor que él.
Había acudido a varias discotecas que solían tener como clientes a gente de entre 30 y 50 años, aproximadamente, justo la franja de edad que él buscaba, incluso había entrado en algún que otro Chat con la esperanza de encontrar a " su chica"; sin embargo, nunca lo había conseguido.
Una tarde, mientras mataba el tiempo sentado frente al ordenador, metido en uno de los chats que frecuentaba, ocurrió: una mujer que tenía como nick "lady", le abrió conversación. Al principio hablaron de lo típico en estos casos, de dónde eran, a qué se dedicaban, etc.
Luego la conversación pasó a ser un poco menos trivial, hablaron de sus proyectos, ilusiones, se consolaron mutuamente por los fracasos que habían tenido en trabajo, estudios, personales.
Al final, la conversación tomó un giro decisivo cuando ella le preguntó a qué se debía su interés por las chicas mayores que él, entonces respondió que se trataba de un sueño, una meta que tenía en su vida, le contó que no tenía ganas de algo salvaje, ni de una relación duradera, sólo quería que una chica de la edad que él suponía que tenía ella le ayudara a llegar al cielo; no necesitaba saber si estaba casada o no, si tenía niños, ni siquiera la edad concreta, no buscaba una mujer de revista, de medidas espectaculares ni apetito sexual fuera de lo común, sólo necesitaba una chica de carne u hueso.
Esa respuesta hizo que ella sintiera confianza por aquel chico, y le ayudó a confesarse con él, le dijo que ella sólo necesitaba algo que pusiera una chispa en su vida, que la ayudara a evadirse y cambiar de mundo aunque sólo fuera un momento.
Los dos quedaron de acuerdo en que eran justamente lo que buscaban, y decidieron encontrarse en un parque de la ciudad, junto a una parada de metro. Acordaron que, para reconocerse, esperarían cerca de la boca de metro con una chaqueta bajo el brazo, y así se encontraron. No se dijeron sus nombres, no hacía falta, ninguno quería saber del otro nada más que lo imprescindible.
Buscaron un hotel, y cuando llegaron a la habitación, se sentaron en la cama, estaba nerviosos, y ella comenzó a notar las miradas del chico en su discreto pero sugerente escote, y le pidió que la besara.
Ese fue el detonante de una tarde de pasión, de buen sexo; cuando ambos se encontraron saciados, se vistieron, salieron del hotel y, al despedirse, sólo se dijeron :"gracias".